Ciertamente no me conviene gloriarme: pero vendré a
las visiones y a las revelaciones del Señor.
Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo,
no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el
tercer cielo. (2 Corintios 12: 1, 2).
Puesto que frecuentemente se han hecho preguntas en
cuanto al estado en que estoy durante la visión y después de que salgo de ella,
diré que cuando el Señor cree oportuno dar una visión, soy llevada a la
presencia de Jesús y de los ángeles y estoy completamente perdida en cuanto a
las cosas terrenales. No puedo ver más allá de lo que los ángeles me señalan.
Mi atención con frecuencia es dirigida a escenas que suceden en la tierra.
A veces soy llevada muy lejos en lo futuro, y se me
muestra lo que ha de suceder. Luego otra vez se me muestran cosas que han
ocurrido en lo pasado. Después de que salgo de la visión, no recuerdo
inmediatamente todo lo que he visto y el asunto no es tan claro delante de mí
hasta que escribo. Entonces la escena surge delante de mí como fue presentada
en visión y puedo escribir con libertad.
A veces las cosas que he visto están
ocultas de mí después que salgo de la visión y no puedo recordarlas hasta que
soy llevada delante de una congregación donde se aplica la visión. Entonces
vienen con fuerza a mi mente las cosas que he visto. Dependo del Espíritu del
Señor tanto para relatar o escribir una visión como para tenerla. Es imposible
que yo recuerde cosas que me han sido mostradas a menos que el Señor las haga
surgir delante de mí en el momento que a él le place que yo las relate o
escriba
Aunque dependo del Espíritu del Señor tanto para
escribir mis visiones como para recibirlas, sin embargo las palabras que empleo
para describir lo que he visto son mías, a menos que sean las que me habló un
ángel, las que siempre incluyo entre comillas.
Mensajes selectos, t. 1, pp. 41, 42. 230 RP/EGW
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