Y
se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza;
y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. (Éxodo 3: 2).
y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. (Éxodo 3: 2).
El
viernes 20 de marzo [de 1896] me levanté temprano, alrededor de las tres y
media de la mañana. Mientras escribía acerca del capítulo 15 de Juan, de
repente una paz maravillosa vino sobre mí. Toda la habitación parecía estar
llena de la atmósfera del cielo. Una santa presencia parecía estar en mi
habitación. Abandoné mi pluma y estaba en una actitud de espera para ver lo que
el Espíritu me decía. No vi a ninguna persona. No oía ninguna voz audible, pero
un vigilante celestial parecía que estaba cerca, a mi lado. Sentí que estaba en
la presencia de Jesús.
La
dulce paz y la luz que parecían llenar mi pieza me resultaba imposibles de
explicar o describir. Una atmósfera
sagrada y santa me rodeaba, y se presentaron a mi mente y a mi comprensión
asuntos de intenso interés e importancia. Se estableció una línea de acción
delante de mí como si la presencia invisible hablara conmigo. El tema del cual estaba escribiendo parecía
perderse en mi mente, y otro asunto se abrió distintamente delante de mí. Un
gran pavor parecía estar sobre mí mientras algunos asuntos eran impresionados
en mi mente...
Me
levanté temprano el jueves por la mañana, alrededor de las dos, y estaba
escribiendo activamente sobre la vid verdadera, cuando sentí una presencia en
mi habitación, como en muchas otras ocasiones anteriores, y perdí todo recuerdo
de lo que me rodeaba. Parecía estar en
la presencia de Jesús. Él estaba comunicándome aquello en que debía ser
instruida.
Todo era tan claro que no podía entenderlo mal.
Todo era tan claro que no podía entenderlo mal.
Mensajes
selectos, t. 3, pp. 38, 39. 229 RP/EGW
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