domingo, 28 de junio de 2020

28. “LOS AGENTES CELESTIALES NOS ESPERAN”. VI. DIRIGIDOS POR EL ESPÍRITU.


Que, si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.  Porque con el corazón se cree para justicia, 
pero con la boca se confiesa para salvación.  (Romanos 10: 9, 10).

El Señor nos insta a que consagremos cada talento y habilidad al servicio.  Cuando el reprochable espíritu de pereza e indolencia haya sido barrido de la iglesia, el Espíritu del Señor se manifieste y el poder divino se combine con el esfuerzo humano, entonces la feligresía verá intervenciones providenciales del Señor. La luz de la verdad será difundida, 
y también el conocimiento de Dios y de Jesucristo que fue enviado.

Semejante a los días de los apóstoles, muchos se convertirán al Señor y la tierra será iluminada con la gloria celestial. Para que el mundo pueda convencerse de las transgresiones de la ley de Dios, el Espíritu Santo deberá actuar por intermedio de los instrumentos humanos.

La iglesia necesita despojarse ahora de su letargo mortal, porque el Señor está esperando bendecir a su pueblo, quien reconocerá la bendición cuando la reciba.  Entonces, la difundirá con toda la potencia que tiene el resplandor de la luz.  "Esparciré sobre vosotros agua limpia... y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros... y haré que andéis en mis estatutos" (Eze. 36: 25-27).

Si esperamos que el desierto de la iglesia se transforme en un campo fructífero, y luego llegue a ser un bosque, debemos comprender que esto únicamente será posible gracias al Espíritu Santo derramado sobre su pueblo.

Por mucho tiempo los agentes celestiales han estado esperando a la feligresía, que los representan, para colaborar con ellos en la gran obra que debe hacerse.  Lo están aguardando a usted. Tan vasto es el campo, tan inteligente la idea, que cada corazón santificado será instado a entrar al servicio como agente del poder divino...

Todos los que creen en la verdad para este tiempo deben deponer sus diferencias, despojarse de toda envidia, y cerrar la mente y los labios a todo pensamiento y expresión pecaminosa. Juntémonos, unámonos. "Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro" (1 Ped. 2: 22).
-General Conference Bulletin, 28 de febrero de 1893. 191 RP/EGW

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