domingo, 23 de septiembre de 2018

III. FRUCTÍFEROS EN EL ESPÍRITU: 11. TEMPERANCIA.



Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. (1 Corintios 10: 31). 
Dios exige que todos los hombres presenten en sacrificio sus cuerpos impuros, enfermos y debilitados por los hábitos. Espera un sacrificio vivo. Dios dice que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, la habitación de su Espíritu y, por lo tanto, requiere que todos los que llevan su imagen cuiden sus cuerpos para su servicio y para su gloria. "No sois vuestros, -escribió el inspirado apóstol-, habéis sido comprados por precio" (1 Cor. 6: 20). A fin de lograrlo, a la virtud agregue conocimiento, y al conocimiento temperancia, y a la temperancia paciencia. Es un deber saber cómo preservar el cuerpo en las mejores condiciones de salud; y es sagrada la responsabilidad de vivir en armonía con la luz que tan generosamente nos ha sido concedida. 

Si cerramos los ojos a esa iluminación por temor a ver los errores que no estamos dispuestos a abandonar, nuestros pecados aumentarán en lugar de disminuir. Si alguno se aleja de la luz, otro seguirá su ejemplo. Violar las leyes de la salud es tan pecaminoso como quebrantar uno de los 10 mandamientos. Por lo tanto, cualquier transgresión de uno de los diez, igualmente será una violación de toda la ley de Dios. No podemos amar al Señor con todo nuestro corazón, mente, espíritu y fuerzas, en tanto amemos nuestros apetitos y gustos mucho más que al Señor. 

Mientras él exige toda nuestra fuerza y toda nuestra mente, como resultado de sus malos hábitos algunos diariamente debilitan su fortaleza para glorificar a Dios, y sin embargo profesan ser seguidores de Cristo que están preparándose para recibir el toque final de la inmortalidad. Examine cuidadosamente su corazón para ver si está tratando de imitar al Modelo infalible, y todo le saldrá bien. En todo glorifique su nombre. Despójese de todo egoísmo y del amor propio. Testimonies, t. 2, pp. 70, 71. 82 RPEGW 

miércoles, 5 de septiembre de 2018

III. FRUCTÍFEROS EN EL ESPÍRITU: 10. MANSEDUMBRE.



Con toda humildad y mansedumbre, soportándonos con paciencia los unos a los otros en amor. 
 (Efesios 4: 2).
 Lo invito a mirar al Hombre del Calvario. Contemple al que pusieron en su cabeza una corona de espinas, que cargó sobre sí la vergonzosa cruz y que paso a paso descendió por la senda de la humillación. Mire al varón de dolores, experimentado en quebranto, despreciado y desechado entre los hombres. "Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores". "Más él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isa. 53: 4, 5). 

Contemple el calvario hasta que su corazón se ablande con el maravilloso amor del Hijo de Dios. El no dejó nada sin hacer para que el hombre caído pudiera ser elevado y purificado. ¿Por qué no confesar su nombre? ¿La religión de Cristo degradará al que la abraza? No. De modo alguno será una deshonra seguir los pasos del Hombre del Calvario. Cada día sentémonos a los pies de Cristo para aprender de él, para que en nuestra conducta, conversación, vestimenta y en todo los asuntos que conciernen a la vida podamos manifestar que Jesús reina y gobierna nuestro ser. Dios nos llama para que los redimidos del Señor sigamos sus pisadas y no las del mundo. Hemos de consagrar todo a Dios y confesar su nombre ante los demás. "Y cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en los cielos" (Mat. 10: 33). 

¿Qué derecho tenemos de profesar que somos cristianos, mientras que con la vida y los hechos negamos al Señor? "El que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halla su vida la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará" (Mat. 10: 38, 39). Cada día debemos hacer morir al yo para levantar la cruz y seguir las pisadas del Maestro. 

¡Oh, que podamos ser bautizado con el Espíritu Santo y ser investidos de él! De este modo, cada día nos asemejaremos más a la imagen de Cristo, y antes de cada decisión nos preguntaremos: "¿Glorificará a mi Maestro?" Por la continua paciencia en el bienhacer es como buscamos la gloria, el honor y, al final, recibiremos el don de la inmortalidad.- Review and Herald, 10 de mayo de 1892. 81 RP EGW 

III. FRUCTÍFEROS EN EL ESPÍRITU: 09. FE.

 

Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve. (Hebreos 11: 1). 
Ir a Cristo debe ser un ejercicio de la fe. Si lo incorporamos a los quehaceres diarios, tendremos paz, gozo y por experiencia, conoceremos el significado de sus palabras: "Si guardarais mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor" (Juan 15: 10). Nuestra fe debe aferrarse a las promesas para que podamos permanecer en el amor de Jesús. Cristo dijo: "Estas cosas os he hablado, para que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido" (Juan 15: 11). 

La fe obra por amor y purifica al creyente. Mediante la fe el Espíritu Santo tiene acceso al corazón y desarrolla la santidad interior. A menos que esté en comunión con Dios mediante el Espíritu, el hombre no puede llegar a ser un agente que haga las obras de Cristo. Seremos preparados para el cielo únicamente mediante la transformación del carácter. Si deseamos tener acceso al Padre, debemos exhibir las credenciales de la justicia de Cristo.

 Participaremos de la naturaleza divina cuando huyamos de la corrupción que hay en el mundo por causa de la concupiscencia. Diariamente necesitamos ser transformados por el Espíritu Santo, cuya misión es elevar el gusto, santificar el corazón y ennoblecer al ser entero para que podamos representar la incomparable hermosura de Jesús. Debemos mirar a Cristo y por la contemplación seremos transformados. Tenemos que ir a él como una fuente abierta e inagotable de la que podemos beber una y otra vez, y de la cual disfrutaremos siempre del fresco suministro.

 Necesitamos responder a la atracción de su amor para poder alimentarnos del Pan de vida que descendió del cielo, y beber del Agua de la vida que mana del trono de Dios. Si deseamos que la fe nos una a su solio, mantengámonos mirando hacia arriba. Si miramos hacia abajo, quedaremos atados a la tierra. No examine su fe como sí fuera una flor para saber si tiene raíces. La fe crece imperceptiblemente.
Bible Echo, 15 de febrero de 1893. 80 RP EGW 

III. FRUCTÍFEROS EN EL ESPÍRITU: 08. BONDAD.


Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás condenado. 
(Mateo 12: 36, 37). 

Dios desea que individualmente adoptemos una posición que le permita hacernos depositarios de su amor. Por considerar que el ser humano es de muchísimo valor, lo redimió mediante el sacrificio de su Hijo unigénito. Por lo tanto, en nuestro prójimo debemos ver a alguien rescatado por la sangre de Cristo. 

Si nos amamos entre nosotros, continuaremos creciendo en amor por Dios y por la verdad. Duele mucho el corazón al ver cuán poco se cultiva el amor en nuestro medio. El amor es una planta de origen celestial, y si deseamos que florezca en nuestros corazones, debemos cultivarlo diariamente. La apacibilidad, la delicadeza, el no dejarse irritar con facilidad, el soportar todas las cosas y el ser paciente constituyen preciosos frutos del árbol del amor. 

Al estar con otros, cuide sus palabras. Que la conversación sea de tal naturaleza que no necesite arrepentirse. "Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención" (Efe. 4: 30). "El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca buenas cosas; y el hombre malo, del mal tesoro saca malas cosas" (Mat. 12: 35).

 Si usted tiene el amor de Dios en su corazón y ama la verdad, con la fe más santa deseará contribuir al desarrollo de su hermano. Si oye algún comentario que perjudica a un amigo o hermano, no lo fomente; es obra del enemigo. Al que lo exprese, bondadosamente recuérdele que la Palabra de Dios prohibe esa clase de conversación. Debemos vaciar el corazón de todo lo que profane el templo del creyente para que Cristo pueda habitar en él. 

Nuestro Redentor nos ha dicho cómo podemos darlo a conocer al mundo. Si apreciamos al Espíritu, manifestaremos amor por los otros, velaremos por sus intereses, y si, gracias a esos frutos, somos bondadosos, pacientes y perdonadores, el mundo tendrá las evidencias de que somos hijos de Dios. Es la unidad en la iglesia la que nos capacita para ejercer una concienzuda influencia entre los no creyentes y los mundanos.
Review and Herald, 5 de junio de 1888. 79  RP EGW 

09. “LA SANGRE DE CRISTO Y SU JUSTICIA PURIFICA NUESTRA ADORACIÓN”

Ahora Bien, El Punto Principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la ...