miércoles, 10 de junio de 2020

10. “INDIGNOS PERO ÚTILES”. VI. DIRIGIDOS POR EL ESPÍRITU.


Sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia. (1 Corintios 1: 27-29).

Si reconociéramos la importancia y grandeza de su obra, y fuésemos conscientes de nuestras limitaciones, deberíamos llenarnos de admiración al saber que Dios puede utilizarnos, indignos como somos, en la tarea de conducir a la gente a la verdad.  Hay muchas asuntos que deberíamos estar en condiciones de comprender, y que no entendemos por estar muy distantes de los privilegios que se nos han concedido.

Cristo dijo a sus discípulos: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar" (Juan 16:12).  Esa es nuestra situación.  Si hubiesen sido hacedores de sus palabras, y hubieran probado cada una de las verdades que él les iba presentando, ¿habrían estado imposibilitados de comprender todo lo que Jesús tenía para decirles?
Aunque no las pudieran entender, Cristo prometió a sus apóstoles que enviaría el Consolador para que los guiara a toda la verdad.  Nosotros también deberíamos estar en una posición donde pudiéramos comprender sus enseñanzas, sus orientaciones y la obra del Espíritu de Cristo.  No intentemos medir a Dios o su verdad con nuestra comprensión finita o con nuestras opiniones preconcebidas.

Hay muchos que no se dan cuenta de su situación; están ciegos espiritualmente. "Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?" (2 Cor. 13: 5).  Confío en que ninguno de nosotros será reprobado. ¿Está Cristo habitando por la fe en sus corazones? ¿Su Espíritu está en ustedes?  Si así fuera, tendríamos ansias de salvar a los perdidos por los cuales Cristo murió; nuestro orgullo se ahogaría en la insignificancia, y únicamente él sería exaltado.

Hermanos y hermanas, hay una gran necesidad de que nos humillemos 
en la presencia de Dios para que el Espíritu pueda venir sobre nosotros.
Si profesamos estar ligados a Cristo, debemos trabajar unidos con Dios.  Sus hijos deben amonestar al mundo a fin de prepararlo para permanecer en pie en el día de la ira, cuando el Hijo del Hombre venga en las nubes del cielo.  Los miembros de la iglesia deben exponerse a los rayos de la luz divina que procede de Cristo, a fin de reflejarla a otros mientras avanzan por el luminoso sendero que se proyecta de la tierra al cielo.
Review and Herald, 8 de octubre de 1889. 173 RP/EGW

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