jueves, 21 de junio de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU: 26. LIBRE DE LA MALDIClÓN DEL PECADO.


Más ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna. (Romanos 6: 22). 

El Señor quiere que los suyos sean sanos en la fe: que no ignoren la gran salvación que les es ofrecida tan abundantemente. No han de mirar hacia adelante pensando que en algún tiempo futuro se hará una gran obra en favor suyo, pues es ahora cuando se la completa. El creyente no es exhortado a que haga paz con Dios. Nunca lo ha hecho ni jamás podrá hacerlo. Ha de aceptar a Cristo como su paz, pues con Cristo están Dios y la paz. Cristo dio fin al pecado llevando su pesada maldición en su propio cuerpo en el madero, y ha quitado la maldición de todos lo que creen en él como un Salvador personal. 

Pone fin al poder dominante del pecado en el corazón, y la vida y el carácter del creyente testifican de la naturaleza genuina de la gracia de Cristo. A los que le piden, Jesús les imparte el Espíritu Santo, pues es necesario que cada creyente sea liberado de la corrupción, así como de la maldición y condenación de la ley. Mediante la obra del Espíritu Santo, la santificación de la verdad, el creyente llega a ser idóneo para los atrios del cielo, pues Cristo actúa dentro de él y la justicia de Cristo está sobre él. Sin esto, ningún alma tendrá derecho al cielo. 

No disfrutaríamos del cielo a menos que estuviésemos calificados para su santa atmósfera por la influencia del Espíritu y la justicia de Cristo. A fin de ser candidatos para el cielo, debemos hacer frente a los requerimientos de la ley: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo" (Luc. 10: 27). Sólo podremos hacer esto al aferrarnos por fe de la justicia de Cristo. 

Contemplando a Jesús recibimos en el corazón un principio viviente y que se expande; el Espíritu Santo lleva a cabo la obra y el creyente progresa de gracia en gracia, de fortaleza en fortaleza, de carácter en carácter. Se amolda a la imagen de Cristo hasta que en crecimiento espiritual alcanza la medida de la estatura plena de Cristo Jesús. 
Así Cristo pone fin a la maldición del pecado
 y libera al alma creyente de su acción y afecto. 
Mensajes Selectos Tomo 1. 462, 463.  EGW RP MHP 

sábado, 16 de junio de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU: 25. COOPERAR CON EL ESPÍRITU.

Por tanto, amados míos, como siempre habéis obedecido, no como en mi presencia solamente, sino mucho más ahora en mi ausencia, ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor. (Filipenses 2: 12).

"De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Cor. 5: 17). Nada, a no ser el poder divino, puede regenerar el corazón humano e infundir al creyente el amor de Cristo a fin de que lo manifieste a otros por los cuales él también murió.

El fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza. Cuando Dios convierte a una persona le da nuevas inclinaciones por las cosas morales, y nuevas y poderosas motivaciones para que pueda apreciar lo mismo que Dios ama. Su vida queda asegurada por la dorada cadena de las inmutables promesas de Cristo.

El amor, el regocijo, la paz y una gratitud inexpresable llenarán el ser entero; la expresión del que recibe estas bendiciones será: "Tu benignidad me ha engrandecido" (Sal. 18: 35). Sin embargo, los que sin esfuerzo alguno de su parte esperan ver un cambio mágico en su carácter, sufrirán un chasco. Los que acuden a Cristo, mientras lo contemplen, no tienen razones para temer, ni tampoco motivos para poner en duda su capacidad de salvar hasta lo sumo.

Constantemente deberíamos desconfiar de nuestra vieja naturaleza, que puede reconquistar la supremacía, si el enemigo logra hacernos caer en alguna trampa inventada para que volvamos a ser cautivos suyos. Debemos obrar nuestra propia salvación con temor y temblor, porque Dios es el que en nosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad.

Con nuestro poder limitado tenemos que llegar a ser tan santos en nuestra esfera como Dios lo es en la suya. Según nuestras capacidades, debemos dar a conocer la verdad, el amor y la excelencia del carácter divino. Así como la cera recibe la impresión del sello, el creyente debe registrar la impronta del Espíritu de Dios para retener la imagen de Cristo. Diariamente debemos crecer en amor espiritual.

En nuestros esfuerzos por copiar el Modelo divino podremos tener fracasos frecuentes, y quizá muchas veces tengamos que inclinarnos para llorar a los pies de Cristo a causa de nuestros negligencias y errores. Pero no debemos desanimarnos; necesitamos orar con mayor fervor, creer más, y volver a probar en forma más resuelta con el propósito de poder crecer a la semejanza de nuestro Señor.           Signs of the Times, 26 de diciembre de 1892.  EGW RP MHP


viernes, 15 de junio de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU: 24. HECHOS A SU IMAGEN.


Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor. (2 Corintios 3:18). 

En su glorificada humanidad Jesús ascendió al cielo para interceder en favor de los agobiados por el pecado y por los que padecen luchas interiores. "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia" (Heb. 4: 15, 16). 

Continuamente deberíamos estar mirando a Jesús, el Autor y el Consumador de la fe. Al contemplarlo seremos transformados a su imagen, y nuestro carácter llegará a ser semejante al suyo. Deberíamos regocijarnos de que el juicio haya sido dado al Hijo, quien, gracias a su humanidad, pudo familiarizarse con todas las dificultades que acosan al ser humano. En la medida que aprendamos en la escuela de Cristo, y al ir asimilando su espíritu y su mente, seremos santificados y llegaremos a ser partícipes de la naturaleza divina. "Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor" 
(2 Cor. 3: 18).

 Es imposible que uno cambie como resultado de sus propias facultades y esfuerzo. Sólo por el Consolador. el Espíritu Santo, que Jesús prometió enviar al mundo, puede producirse la transformación del carácter a la imagen de Cristo; y al lograrse este cambio, como en un espejo reflejaremos la gloria del Señor. La persona que observa el carácter del que contempla a Jesús ve la misma semejanza como si estuviera viéndolo a él en un espejo. ímperceptiblemente para nosotros, nuestra manera de ser y actuar diariamente es transformada a la imagen del amoroso carácter de Cristo. 

De este modo es como crecemos en Jesús e inconscientemente reflejamos su carácter.  Los cristianos profesos se mantienen muy cerca de los niveles más bajos de la tierra. Sus ojos están acostumbrados a mirar sólo cosas comunes, y sus mentes a reflexionar en lo que los ojos se habitúan a contemplar. Generalmente su experiencia religiosa es superficial e insatisfactoria, y sus palabras son livianas y sin valor. ¿Cómo pueden en esas condiciones reflejar la imagen de Cristo? ¿Cómo podrán difundir los brillantes rayos del Sol de Justicia en los lugares oscuros de la tierra? Ser cristiano es ser semejante a Cristo.
Review and Herald, 28 de abril de 1891. EGW RP MHP 

lunes, 11 de junio de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU: 23. DESCANSO EN ÉL.


Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. (Mateo 11: 29). 

Mientras usted anduvo con mansedumbre y humildad de corazón, prosiguió la tarea que sólo Dios podría realizar en su ser. Obró en su espíritu tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. El mayor placer reside en permanecer en Cristo y descansar en su amor. No permita que nada le robe la paz interior, la tranquilidad y la certeza de que ahora mismo usted es aceptado. Aférrese de cada promesa, todas le pertenecen si cumple con las condiciones que el Señor estableció. Someter completamente a Jesús todos sus caminos, es muy sabio; seguir la senda del Señor es el secreto del perfecto descanso en su amor. 

Darle la vida significa mucho más de lo que podemos imaginar. Debemos aprender de su mansedumbre y humildad antes de que podamos darnos cuenta de lo que significa el cumplimiento de la promesa: "Y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 29). Como resultado de haber aprendido los hábitos de Jesús, su humildad y su docilidad, cuando se toma el yugo, el yo es transformado y nace entonces la deseo de saber más. No existe nadie que no tenga mucho que aprender. Todos deben ser enseñados por el Maestro. Cuando el creyente se entrega en las manos del Señor, cada obstáculo del carácter heredado o cultivado es eliminado. Así es como llega a ser participante de la naturaleza divina. Sólo cuando muere el yo, Cristo puede vivir en el agente humano. El creyente habita en Cristo, y Jesús en él. 

Cristo desea que todos lleguen a ser estudiantes suyos. Dice: "Acepta mis enseñanzas; rinde a mí todo tu ser. No voy a anularte, sino que quiero desarrollar tu carácter para que estés en condiciones de recibir el pase del nivel primario a una escuela superior.  Somete a mí todas tus cosas. Deja que mi vida, mi paciencia, mi resignación, mi clemencia, mi mansedumbre y mi docilidad puedan ser reproducidas en tu carácter como resultado de habitar en mí y yo en ti. Entonces no sólo recibirás las promesas, sino que también 
"hallaréis descanso para vuestras almas" (Mat. 11: 29). 
Bible Training School, 1º de agosto de 1903.  EGW RP MHP 

domingo, 10 de junio de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU: 22. COMPLETOS EN ÉL.


Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad. (Colosenses 2: 10). 
Usted no podrá entrar al cielo con ninguna deformidad o imperfección de carácter. Durante el período de prueba de la vida debe recibir la preparación necesaria. Si desea tener acceso a las moradas de la justicia cuando Cristo venga, ahora debe ser objeto de la obra profunda del Espíritu Santo que se hace visible en la experiencia personal. Esto lo hará completo en Cristo, quien es la plenitud de la Divinidad corporalmente. 

En virtud del poder de la justicia de Cristo, podemos abandonar toda iniquidad. Debe haber una conexión viviente entre la criatura y su Redentor. 
El canal de comunicación entre ambos tiene que permanecer continuamente abierto, para que el ser humano pueda crecer en la gracia y el conocimiento de su Señor. 
Sin embargo, cuántos no oran. Sienten que están bajo los efectos de la condenación del pecado, y siguen pensando que no pueden acercarse a Dios, a menos que logren conseguir algún mérito o que él se olvide de sus transgresiones. Dicen: "Como no puedo presentarle manos santas, sin iras ni dudas, todavía no puedo ir". 

De este modo permanecen alejados de Cristo, y, mientras piensan así, están pecando, puesto que sin él nada bueno podemos hacer. El que comete un pecado, inmediatamente debería correr al trono de la gracia para confesarlo a Jesús. Al mismo tiempo, debería llenarse de tristeza, porque el pecado debilita la espiritualidad, aflige a los ángeles celestiales, y lastima y hiere el amante corazón del Redentor. 
Pero cuando con contrición le pida perdón, crea que él ya lo perdonó. No ponga en duda la gracia divina, ni rehuya el bálsamo de su amor infinito. Si un hijo desobedece y realiza algo condenable en contra suya, y luego con tristeza de corazón viene a pedirle perdón, usted sabe perfectamente bien lo que haría. Seguramente lo acercaría a su pecho para garantizarle que su amor no ha cambiado, y que la transgresión está perdonada. 

¿Será que usted es más misericordioso que nuestro Padre que está en los cielos, que dio "a su Hijo unigénito para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16)? 
Usted debería ir a Dios del mismo modo como una criatura acude a sus padres. Pídale perdón a Dios por sus errores, y ore para que por su gracia pueda superar todos sus defectos de carácter. 
Bible Echo, 1º de febrero de 1892. EGW RP MHP

sábado, 9 de junio de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU. 21. CONTÉMPLALO A ÉL.


Mirad a mí, y sed salvos, todos los términos de la tierra, 
porque yo soy Dios, y no hay más. (Isaías 45: 22). 
Con el propósito de cumplir con las exigencias de la ley, la fe debe aferrarse de la justicia de Cristo aceptándola como nuestra justificación. Gracias a la unión con Jesús, por fe, y mediante la aceptación de su justicia, podemos ser calificados para el servicio de Dios, y coparticipar en la obra del Señor. A fin de darle a la justicia eterna el lugar que le corresponde, usted manifestará que no tiene fe si está dispuesto a dejarse arrastrar por las corrientes pecaminosas, y si no quiere cooperar con las agencias celestiales a fin de refrenar la transgresión en su familia o en la iglesia. La fe obra por amor y purifica al ser entero. Por intermedio de la fe, el Espíritu Santo actúa en el interior del corazón para santificarlo; sin embargo, es imposible que pueda cumplir con su ministerio si el agente humano no está dispuesto a obrar con Cristo. 

Únicamente la obra del Espíritu Santo en el corazón nos preparará para el cielo. Si deseamos tener acceso al Padre, la justicia de Cristo debe ser nuestra credencial. Para que podamos obtenerla y ser partícipes de la naturaleza divina, diariamente necesitamos ser transformados por la influencia del Espíritu Santo, cuya misión es elevar el gusto y santificar el corazón a fin de que todo el ser sea ennoblecido. 

Desde tu interior mira a Jesús. "He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Juan 1: 29). Nadie está obligado a mirar a Cristo; sin embargo, la voz que invita con gran súplica dice: "Mira y vive". Si contemplamos a Cristo, descubriremos que ese amor no tiene igual, un amor que estuvo dispuesto a tomar el lugar de los pecadores para imputarnos su justicia inmaculada. 

Cuando el transgresor sabe que por causa de la maldición del pecado el Salvador murió por él, al reflexionar en ese acto piadoso, el amor despierta en su corazón. 

El pecador ama a Cristo, porque Cristo lo amó primero. La esencia de la ley es el amor. La persona que se arrepiente sabe que Dios "es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" 
(1 Juan 1: 9). El Espíritu de Dios obra en el corazón del creyente con el fin de capacitarlo para que haga avances de un nivel de obediencia a otro más alto, de una fortaleza a otra más fuerte, y para que ascienda de gracia en gracia en Cristo Jesús. Review and Herald, 1º de noviembre de 1892. EGW RP MHP 

jueves, 7 de junio de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU. 20. PERMANECER EN ÉL.


Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. (Juan 15: 4). 
Debemos orar para que se nos imparta el divino Espíritu, que es el único remedio para la enfermedad del pecado. Las verdades de la revelación, sencillas y fáciles de entender, son aceptadas por muchos como algo que satisface lo que es básico y esencial para la vida. Pero cuando el Espíritu Santo actúa sobre la mente, despierta el deseo más intenso por toda la verdad incorruptible. El que realmente desea conocerla, no permanecerá en la ignorancia, ya que la preciosa verdad recompensa al que la busca con diligencia. Necesitamos sentir el poder de conversión de la gracia de Dios. Insto a todos los que se distanciaron de su Espíritu a que destraben la puerta de sus corazones, y supliquen con fervor: Habita en mí. 

¿No deberíamos postrarnos ante el trono de la gracia para que el buen Espíritu de Dios sea derramado sobre nosotros, tal como sucedió con los discípulos? Su presencia ablanda corazones endurecidos y los inunda de alegría y regocijo transformándolos en canales de bendición. El Señor desea que cada uno de sus hijos sea rico de esa fe que es fruto de la actuación del Espíritu Santo en la mente. Además de habitar en cada creyente que desea recibirlo, al impenitente habla palabras de advertencia para mostrarle a Jesús como el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. También hace que la luz brille en la mente de los que están deseosos de cooperar con Dios, impartiéndoles eficiencia y sabiduría para realizar su obra.

 El Espíritu Santo jamás deja sin asistencia al que contempla a Jesús. Al que lo busca, le muestra las cosas que son de Cristo. Si sus ojos permanecen fijos en Jesús, la obra del Espíritu Santo no cesa hasta que el creyente es conformado a la imagen del Maestro. En virtud de la bendita influencia del Consolador, los propósitos y el espíritu del pecador cambian hasta llegar a ser uno con Dios. Sus afectos por él aumentan, tiene hambre y sed de su justicia, y, al contemplar a Cristo, es transformado de gloria en gloria y de un carácter a otro mejor, hasta ser más y más semejante al Maestro. Signs of the Times, 27 de septiembre de 1899. EGW RP MHP 


miércoles, 6 de junio de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU 19. CON LA MENTE DE CRISTO.


Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? 
Mas nosotros tenemos la mente de Cristo. (1 Corintios 2: 16). 
A medida que la verdad convierte al hombre, comienza la transformación del carácter. Como resultado de la obediencia se produce el aumento de la comprensión. La mente y la voluntad de Dios llegan a ser las suyas, y al buscar permanentemente el consejo de la Deidad, el discernimiento crece en forma constante. Bajo la dirección del Espíritu de Dios se produce un desarrollo general de las facultades mentales que son consagradas a él sin reservas. Esta no es una educación unilateral, que desarrolla sólo una parte del carácter. Al contrario, revela los principios del desarrollo armonioso de todo el ser. 

Al superar las debilidades del carácter vacilante, la piedad y la devoción continua establecen tal relación con Jesús, que la persona llega a tener la mente de Cristo. Además, al desarrollar claridad de percepción, y también principios firmes y saludables, el creyente llega a ser uno con Jesús, quien le imparte la sabiduría que procede de Dios, fuente de toda luz y comprensión. La gracia divina se derrama sobre el ser humilde, obediente y concienzudo a semejanza del Sol de Justicia, quien fortalece las facultades mentales de los que se esfuerzan en utilizar los talentos al servicio del Maestro. 

En forma admirable, y aunque parezca sin importancia, la obediencia fortalece y hace crecer en el conocimiento de Jesús, práctica que habilita para llevar muchos frutos en buenas obras para la gloria de Dios. Fue así como los que han sido notables por sus logros, aprendieron las más preciosas lecciones del ejemplo de quienes el mundo considera ignorantes. Sin embargo, éstos podrían haber tenido una visión más profunda si hubiesen obtenido niveles más altos de conocimiento en la enseñanza formal y también en la escuela de Cristo. Cuando se estudia la Palabra de Dios, se produce una notable apertura y fortalecimiento de las facultades mentales. Mediante la asimilación de las Escrituras, y gracias a la intervención del Espíritu Santo, es como la verdad divina entra en el corazón para purificar y refinar todo el ser. 
RH 19/07/1887 EGW RP MHP 

09. “LA SANGRE DE CRISTO Y SU JUSTICIA PURIFICA NUESTRA ADORACIÓN”

Ahora Bien, El Punto Principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de la ...