Entonces Jesús les dijo: Aún por un poco está la luz entre vosotros; andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas; porque el que anda en tinieblas, no sabe a dónde va. (Juan 12: 35).
Jesús dijo: "Andad entre tanto que tenéis luz, para que no os sorprendan las tinieblas". Junta cada rayo; no dejes pasar uno. Anda en la luz. Practica cada precepto de la verdad que te fue presentada. Vive cada palabra que sale de la boca de Dios y como resultado, seguirás a Cristo en todos sus caminos.
Cuando el Señor presenta una evidencia tras otra, y agrega más luz a la ya concedida, ¿por qué el creyente necesita vacilar?
¿Por qué es tan negligente para avanzar guiado por la luz hacia una luminosidad mayor?
El Señor no rehúsa dar el Espíritu a quien se lo pide.
Cuando la convicción toca las cuerdas sensibles de la conciencia, ¿por qué no prestarle oídos para escuchar la voz del Espíritu de Dios? Cada vacilación y postergación nos sitúa en una posición en la que nos resulta cada vez más difícil aceptar la luz celestial y, por último, parece imposible que las admoniciones y advertencias nos impresionen. Los pecadores expresan cada vez con mayor facilidad: "Ahora vete; pero cuando tenga oportunidad te llamaré" (Hech. 24: 25).
Conozco los peligros en que se encuentran los que rehúsan andar en la luz que Dios les ha dado. Ellos mismos provocan la terrible crisis por seguir sus propios caminos y proceder según su criterio personal. La conciencia resulta cada vez menos sensible y la voz de Dios parece cada vez más lejana; así es como el obrador de maldad queda liberado a su propia infatuación. Con obstinación resiste cada llamado, desprecia cada consejo y advertencia.
Como el mensajero de Dios ya no impresiona su mente, rechaza cada provisión que garantiza su propia salvación.
El Espíritu de Dios deja de ejercer su poder para refrenar. Como consecuencia, se escucha la sentencia: "Efraín es dado a ídolos; déjalo" (Ose. 4: 17). ¡Oh, cuán obscura, sombría y obstinada es la independencia! Parece que la insensibilidad de la muerte se apoderara del corazón. Este es el proceso que sigue el que rechaza la obra del Espíritu Santo.- Review and Herald, 29 de junio de 1897. 35
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