domingo, 27 de septiembre de 2020

28. “TIMOTEO” IX. FORTALECIDOS POR EL ESPÍRITU.

Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. (2 Timoteo 4:1, 2).

Esta amonestación solemne a alguien tan celoso y fiel como Timoteo, constituye un poderoso testimonio de la importancia y la responsabilidad de la obra del ministro evangélico. Llamándolo ante el tribunal de Dios, Pablo le ordena predicar la Palabra, no los dichos y costumbres de los hombres; y estar listo para testificar por Dios en cualquier oportunidad que se le presente, delante de grandes congregaciones o en círculos privados, por el camino o en los hogares, a amigos y a enemigos, en seguridad o expuesto a dificultades y peligros, oprobios y pérdidas.

Temiendo de que la moderación de Timoteo y su disposición condescendiente pudiera inducirlo a rehuir una parte esencial de su tarea, lo exhortó a ser fiel en la reprensión del pecado, y hasta en reprender con severidad a los que eran culpables de graves males. No obstante, debía hacerlo "con toda paciencia y doctrina" (2 Tim. 4: 2). Debía revelar la paciencia y el amor de Cristo, y explicar y reforzar sus reprensiones con las verdades de la Palabra.

Odiar y reprender el pecado, y al mismo tiempo manifestar misericordia y ternura hacia el pecador, es tarea difícil. Cuanto más fervoroso sea nuestro esfuerzo para obtener santidad de vida y corazón, tanto más aguda será nuestra percepción del pecado y más decidida nuestra desaprobación frente a cualquier desviación de lo recto. Debemos cuidarnos de no ser excesivamente severos hacia los que obran mal; pero al mismo tiempo no debemos perder de vista la suma gravedad del pecado. Es necesario manifestar paciencia y amor cristiano por el pecador; pero también existe el peligro de ser tan tolerantes con sus errores, que le parezca inmerecida la reprensión, y la rechace como innecesaria e injusta. Los hechos de los apóstoles, pp. 400, 401. 283 RP/EGW/MHP

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