martes, 8 de septiembre de 2020

09. “SAMUEL” IX. FORTALECIDOS POR EL ESPÍRITU.

Y Samuel creció, y Jehová estaba con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová. (1 Samuel 3:19, 20).

Durante los años transcurridos desde que el Señor se manifestó por primera vez al hijo de Ana, el llamamiento de Samuel al cargo profético había sido reconocido por toda la nación. Al transmitir fielmente la divina advertencia a la casa de Elí, por penoso que fuera dicho deber, Samuel había dado pruebas evidentes de su fidelidad como mensajero de Jehová; "y Jehová fue con él, y no dejó caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Jehová" (1 Sam. 3: 19, 20).

Los israelitas aún continuaban, como nación, en un estado de irreligión e idolatría, y como castigo permanecían sujetos a los filisteos. Mientras tanto, Samuel visitaba las ciudades y aldeas de todo el país, procurando hacer volver el corazón del pueblo al Dios de sus padres; y sus esfuerzos no quedaron sin buenos resultados.

Después de sufrir la opresión de sus enemigos durante veinte años, "toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová". Samuel les aconsejó:  "Si de todo vuestro corazón os volvéis a Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y sólo a él servid" (1 Sam. 7: 3).

Aquí vemos que la piedad práctica, la religión del corazón, era enseñada en los días de Samuel como lo fue por Cristo cuando estuvo en la tierra. Sin la gracia de Cristo, de nada le valían al Israel de antaño las formas externas de la religión. Tampoco valen para el Israel moderno.

Es hoy muy necesario que la verdadera religión del corazón reviva como sucedió en el antiguo Israel. El arrepentimiento es el primer paso que debe dar todo aquel que quiera volver a Dios. Nadie puede hacer esta obra por otro. Individualmente debemos humillar nuestras almas ante Dios, y apartar nuestros ídolos. Cuando hayamos hecho todo lo que podamos, el Señor nos manifestará su salvación. 

Patriarcas y profetas, pp.639,640. 264 RP/EGW/MHP

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