sábado, 26 de septiembre de 2020

27. “PABLO” IX. FORTALECIDOS POR EL ESPÍRITU.

 

Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti. (Hechos 26: 16).

La solemne comisión dada a Pablo, en ocasión de su entrevista con Ananías, descansaba con creciente peso sobre su corazón. Cuando, en respuesta a la invitación: "Hermano Saulo, recibe la vista", Pablo miró por primera vez el rostro de este hombre devoto, Ananías, bajo la inspiración del Espíritu Santo, dijo: "El Dios de nuestros padres te ha escogido para que conozcas su voluntad, y veas al Justo, y oigas la voz de su boca. Porque serás testigo suyo a todos los hombres, de lo que has visto y oído. Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre" (Hech. 22:13-16).

Estas palabras estaban en armonía con las de Jesús mismo, quien, cuando detuvo a Saulo en el viaje a Damasco, declaró: "Para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados" (Hech. 26: 16-18).

Al meditar en estas cosas, Pablo comprendió más y más el significado de su llamamiento para ser "apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios" (Efe. 1:1).  Este le había venido "no de hombres ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios el Padre" (Gál. 1:1). La grandeza de la tarea lo condujo a estudiar profundamente las Sagradas Escrituras, a fin de predicar el evangelio "no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo" (1 Cor. 1:17), "sino con demostración del Espíritu y de poder", para que la fe de todos los que lo oyeran no estuviera fundada "en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios" (1 Cor. 2:4,5). Review and Herald, 30 de marzo de 1911. 282 RP/EGW/MHP

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