jueves, 3 de septiembre de 2020

03. “ABRAHAM” IX. FORTALECIDOS POR EL ESPÍRITU.


Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande... Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar.  Y le dijo: Así será tu descendencia.  Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia. (Génesis 15: 1, 5, 6).
El Señor llamó a Abraham para que fuera un canal de luz y de bendición y tuviera una influencia creciente, y para que Dios pudiera tener un pueblo sobre la tierra. Abraham debía estar en el mundo para reflejar el carácter de Jesús. 
Cuando recibió el llamamiento divino, no era una persona de renombre, tampoco un legislador, ni un conquistador. Era un sencillo pastor que habitaba en tiendas, pero que empleaba a una gran cantidad de trabajadores para llevar a cabo su humilde labor. El honor que recibió fue por causa de su fidelidad a Dios, su estricta integridad y su trato justo.

El Señor dijo de él: "¿Encubriré yo a Abraham lo que voy a hacer, habiendo de ser Abraham una nación grande y fuerte, y habiendo de ser benditas en él todas las naciones de la tierra? Porque yo sé que mandará a sus hijos y a su casa después de sí, que guarden el camino de Jehová, haciendo justicia y juicio, para que haga venir Jehová sobre Abraham lo que ha hablado acerca de él" (Gén. 18: 17-19).

La vida abnegada de Abraham lo convirtió verdaderamente en un "espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres" (1 Cor. 4: 9). Y el Señor declaró que bendeciría a los que bendijeran a Abraham, y que castigaría a los que le hicieran daño o lo maltrataran. Mediante la experiencia religiosa de Abraham se ha comunicado a miles un correcto conocimiento de Jehová; y su luz todavía emite rayos a lo largo del camino de los que practican la piedad, la fe, la devoción y la obediencia del patriarca.

Abraham tenía un conocimiento de Cristo; porque el Señor lo había iluminado con respecto al Redentor del mundo. Y él hizo saber a su familia y a sus hijos que las ofrendas del sacrificio prefiguraban a Jesús, el Cordero de Dios, que iba a ser sacrificado por los pecados del mundo. Es así como reunió conversos que creían en el único Dios vivo y verdadero.
The Youth's Instructor, 4 de marzo de 1897. 258 RP/EGW/MHP

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