Por la fe Enoc fue traspuesto
para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que
fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios (Hebreos 11: 5).
Enoc fue un maestro público de la
verdad en su tiempo. Enseñó y vivió la
verdad. El carácter del maestro que
caminó con Dios estaba completamente en armonía con la grandeza y la santidad
de su misión. Enoc fue un profeta que
habló movido por el Espíritu Santo. Fue
una luz en medio de las tinieblas morales, un hombre ejemplar, porque caminó
con Dios y fue obediente a esa ley que Satanás se negó a obedecer, que Adán
transgredió, y por la que Abel, por haberla obedecido, fue asesinado.
Y ahora Dios demostraría al
universo la falsedad de la acusación de Satanás de que el hombre no puede
guardar su ley. Mostraría que aunque su
criatura pecó, podía relacionarse de tal forma con su Creador que tenía la
posibilidad de tener la mente y el Espíritu de Dios, y ser un símbolo
representativo de Cristo. Este hombre
santo fue seleccionado por Dios para denunciar la maldad del mundo, y para
mostrar que es posible que los hombres guarden toda la ley de Dios...
Enoc no sólo meditaba y oraba, y
se vestía con la armadura de la vigilancia, sino que después de presentar sus
súplicas a Dios se levantaba para instar a los demás hombres a hacer lo mismo. Para tener el favor de los incrédulos, no disfrazaba
la verdad ni descuidaba su vida. Esta
íntima relación con el cielo le daba valor para llevar a cabo las obras
divinas. Enoc caminó con el Señor y
"tuvo testimonio de haber agradado a Dios" (Heb. 11:5).
Este es hoy el privilegio de cada
creyente. El hombre mora con Dios, y
Dios habita con el hombre. "Yo en
ellos, y tú en mí" (Juan 17: 23), dice Jesús. Caminar con Dios y tener el testimonio de que
sus caminos le agradan es una experiencia que no está reservada solamente a
Enoc, Elías, los patriarcas, los profetas, los apóstoles y los mártires. No es sólo el privilegio, sino el deber de
cada seguidor de Cristo tener a Jesús entronizado en el corazón. Entonces serán en verdad como árboles que
llevan fruto.
Manuscript 43, 2 de agosto de
1900. 256 RP/EGW/MHP
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