miércoles, 30 de mayo de 2018

II. TRANSFORMADOS POR EL ESPÍRITU. 17. LIMPIANDO LA CASA.


Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, 
y renueva un espíritu recto dentro de mí. (Salmos 51: 10). 
"Crea en mí un corazón limpio". Este es un buen comienzo, dado que el verdadero carácter cristiano tiene su fundamento en los hechos que nacen en el corazón. Si todos, feligreses y ministros, estudiaran sus corazones con el fin de descubrir si es que están, o no, en armonía con Dios, veríamos mayores resultados en las labores que realizamos. Cuanto más importante, y de mayor responsabilidad sea la obra, mayor será la necesidad de tener un corazón limpio. 

Esta gracia imprescindible se provee para que el poder del Espíritu Santo apoye cada esfuerzo que haga el creyente tendiente a lograr ese propósito. Si cada criatura buscara a Dios en forma diligente, habría mayor crecimiento en la gracia y cesarían las disensiones. Los creyentes serían de una mente y un corazón, y la pureza y el amor prevalecerían en la iglesia. 

Somos transformados por la contemplación. Cuando más consideremos el carácter de Cristo, mejor reproduciremos su imagen. Ven a Jesús así como eres y él te recibirá, y pondrá una nueva melodía en tus labios para que puedas alabar constantemente a Dios. "No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu" (Sal. 51: 11). 

Tanto el arrepentimiento como el perdón son dones de Dios que recibimos por medio de Cristo. Gracias a la influencia del Espíritu Santo somos convencidos de pecado y sentimos la necesidad de perdón. Siendo que la gracia de Dios es la que produce contrición, ninguno es perdonado a no ser por la gracia del Señor que contrita el corazón. Puesto que conoce nuestras debilidades y flaquezas, Dios está dispuesto a ayudarnos. 

El oye la oración de fe; sin embargo, la sinceridad de la plegaria únicamente puede demostrarse si hay un real esfuerzo personal de vivir en armonía con la gran norma que prueba el carácter de cada persona. Necesitamos abrir nuestros corazones a la influencia del Espíritu y a la experiencia de su poder transformador.

 La razón por la cual el creyente no recibe más de la asistencia salvadora de Dios, se debe a que el canal de comunicación entre él y el cielo está obstruido con asuntos mundanos, y porque prima el amor a la ostentación y el deseo de supremacía. 

Mientras algunos se adaptan más y más a las costumbres de este mundo, nosotros deberíamos amoldar nuestras vidas al modelo divino. Cuando seamos fieles al pacto, Dios restaurará la alegría de la salvación, y nos sostendrá mediante su Espíritu libre.- Review and Herald, 24 de junio de 1884. EGW RP MHP

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