Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma; y
ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las
cosas en común (Hechos 4: 32).
El relato declara: "No había entre ellos ningún necesitado",
y dice cómo se suplía la necesidad. Los creyentes que tenían dinero y
posesiones los sacrificaban gozosamente para hacer frente a la emergencia. Al
vender sus casas o sus tierras, traían el dinero y lo ponían a los pies de los
apóstoles, y "se repartía a cada uno según su necesidad" (Hech. 4:34,
35).
Esta Generosidad de parte de los creyentes era el resultado del
derramamiento del Espíritu. Los conversos al Evangelio eran "de un corazón
y un alma". Un interés común los dominaba, a saber, el éxito de la misión
que se les había confiado; y la codicia no tenía cabida en su vida.
Su Amor Por Los Hermanos Y Por La Causa Que Habían Abrazado Superaba Su
Amor Al Dinero Y Sus Bienes. Sus Obras Testificaban Que Consideraban Las Almas
De Los Hombres Más Preciosas Que Las Riquezas Terrenales.
Así Será Siempre Que El Espíritu De Dios Tome Posesión De La Vida.
Aquellos Cuyos Corazones Están Llenos Del Amor De Cristo Seguirán El Ejemplo De
Aquel Que Por Amor A Nosotros Se Hizo Pobre A Fin De Que Por Su Pobreza
Fuésemos Enriquecidos. El Dinero, el tiempo, la influencia, todos los dones que
han recibido de la mano de Dios, los estimarán solamente como un medio de
promover la obra del evangelio.
Así Sucedía En La Iglesia Primitiva; y cuando en la iglesia de hoy se
vea que por el poder del Espíritu los miembros han apartado sus afectos de las
cosas del mundo, y que están dispuestos a hacer sacrificios a fin de que sus
semejantes puedan oír el evangelio, las verdades proclamadas tendrán una
influencia poderosa sobre los oyentes. Los hechos de los apóstoles, 59, 60.
338 RP/EGW/MHP
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