Y llamándolos, les intimaron que en ninguna manera hablasen ni
enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles:
Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque
no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído. (Hechos 4: 18-20).
La promesa del Espíritu Santo fue la esperanza más brillante y el
consuelo más fuerte que Cristo dejó a sus discípulos cuando ascendió al cielo.
Las verdades de la Palabra de Dios habían sido sepultadas bajo los escombros de
las malas interpretaciones; las máximas de los hombres, y los dichos de seres
finitos habían sido exaltados por sobre la palabra del Dios viviente. Bajo el
poder iluminador del Espíritu Santo, los apóstoles separaron la verdad de las
teorías falsas, y dieron al pueblo la palabra de vida.
Con frecuencia el Espíritu Santo es rechazado porque se presenta de maneras inesperadas. Aunque a los sacerdotes y gobernantes judíos se les había dado incontables evidencias de que los apóstoles hablaban y actuaban bajo la inspiración divina, ellos siguieron resistiendo firmemente el mensaje de verdad. Cristo no había venido en la forma como lo esperaban; y aunque a veces estaban convencidos de que era el Hijo de Dios, ahogaron esa convicción, y llegaron así a estar más ciegos y endurecidos que antes.
Crucificaron a Jesús.
Sin embargo, Cristo, en su misericordia, les dio evidencias adicionales por
intermedio de las obras realizadas por los discípulos. Envió a sus siervos para
decirles lo que habían hecho, y aun en la terrible acusación de haber matado al
Príncipe de la vida les hizo otro llamado al arrepentimiento. Al sentirse
seguros en su propia justicia, los maestros judíos no estaban preparados para
admitir que esos hombres, que los habían reprendido por crucificar a Cristo,
estaban hablando por indicación del Espíritu Santo...
La ira de Dios no sobreviene contra los hombres meramente por causa del
pecado que cometieron, sino porque eligieron continuar en una actitud de
resistencia y, además, porque repitieron las faltas del pasado, a pesar de la
luz y las evidencias que se les dio. Si los dirigentes judíos se hubieran
sometido, habrían sido perdonados; pero estaban decididos a no ceder. De la
misma manera hoy, el pecador, por una resistencia continuada, se coloca donde
no conoce otra actitud que la resistencia. Cada acto de resistencia hace más
difícil la entrega. Signs of the Times, 27 de septiembre de 1899. 328
RP/EGW/MHP
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