Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para
que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo (Romanos 15: 13).
Mucho se dice con respecto al derramamiento del Espíritu Santo, y algunos lo interpretan de tal manera que produce daño a la iglesia. La vida eterna es recibir los elementos vivientes de las Escrituras y hacer la voluntad de Dios. Esto es comer la carne y beber la sangre del Hijo de Dios. Para aquellos que hacen esto, la vida y la inmortalidad son traídas a la luz mediante el evangelio, porque la Palabra de Dios es verdad y realidad, espíritu y vida.
Es el privilegio de todos los que creen en Jesucristo como su Salvador
personal alimentarse de la Palabra de Dios. La influencia del Espíritu Santo
entrega esa Palabra, la Biblia, como una verdad inmortal, y, para el que
investiga con oración, provee tendones y músculos espirituales.
"Escudriñad las Escrituras", declaró Cristo, "porque a
vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna, y ellas son las que dan
testimonio de mí" (Juan 5: 39). Los que cavan por debajo de la superficie
descubrirán escondidas las gemas de verdad. El Espíritu Santo está presente con
el investigador ferviente. Su iluminación brilla sobre la Palabra, y fija la
verdad sobre la mente con una importancia nueva y fresca. El investigador se
llena con paz y gozo como nunca lo había sentido. Percibe la preciosura de la
verdad más que nunca. Una nueva luz celestial brilla sobre la verdad
iluminándola como si cada letra estuviera enmarcada con oro. Dios mismo habla a
la mente y al corazón, transformando la Palabra en espíritu y en vida.
Cada verdadero investigador de la Palabra eleve su corazón a Dios implorando la ayuda del Espíritu. Pronto descubrirá aquello que lo elevará por sobre todas las declaraciones ficticias de los pretendidos maestros, cuyas teorías débiles y vacilantes no son apoyadas por la Palabra del Dios viviente.
Manuscript Releases, t. 2 1, pp. 131, 132. 336 RP/EGW/MHP
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