Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo
de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza. Entre tanto que voy, ocúpate en la lectura,
la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. (1 Timoteo 4: 12-14).
la exhortación y la enseñanza. No descuides el don que hay en ti, que te fue dado mediante profecía con la imposición de las manos del presbiterio. (1 Timoteo 4: 12-14).
Cada joven debería considerarse de valor ante Dios,
porque ha sido dotado del don más valioso que puede otorgarse. Es su privilegio
ser un canal viviente mediante el cual Dios puede transmitir los tesoros de su
gracia, las inescrutables riquezas de Cristo.
Nuestros pecados pueden ser como montañas ante
nosotros, pero si humillamos nuestro corazón y los confesamos, confiando en los
méritos de un Salvador crucificado y resucitado, seremos perdonados y limpiados
de nuestra impiedad. Nuestra salvación revela la profundidad del amor del
Salvador. Si aceptamos esta salvación, nuestro testimonio será: "En quien
tenemos redención por su sangre" (Efe. 1: 7). La ley del Espíritu de vida
en Cristo Jesús nos ha liberado de la ley del pecado y de la muerte. Somos más que vencedores por medio de Aquel
que nos amó y se dio a sí mismo por nosotros.
Es aquí, justamente aquí, en el mundo, donde debemos
utilizar nuestros talentos. Tenemos que
guiar a las personas al "Cordero de Dios, que quita el pecado del
mundo" (Juan 1: 29). Es nuestra tarea y, mediante nuestras vidas, debería
ser nuestro placer presentar las insondables riquezas de Cristo.
Podemos progresar diariamente en el sendero de la
santidad, y sin embargo encontrar mayores alturas que alcanzar. Cada ejercicio de los músculos espirituales y
todo esfuerzo del corazón y la mente traerán a luz la abundancia de la
provisión de gracia que necesitamos para avanzar. Cuanto más meditemos en los
temas eternos, tanto más revelaremos los méritos del sacrificio del Salvador,
la protección de su justicia,
la plenitud de su sabiduría y su poder para presentarnos ante el Padre sin mancha,
ni arruga ni cosa semejante.
la plenitud de su sabiduría y su poder para presentarnos ante el Padre sin mancha,
ni arruga ni cosa semejante.
The Youth's Instructor, 30 de noviembre de 1899. 215 RP/EGW
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