Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo,
sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha
concedido. (1Corintios 2: 12).
No es porque Dios imponga alguna restricción por lo
que las riquezas de su gracia no fluyen hacia los hombres. Su don es divino. Él
las ha dado con una liberalidad que no pueden apreciar, porque no tienen deseos
de recibirlas. Si estamos dispuestos a aceptarlo, todos seremos llenos del
Espíritu Santo. Al contentarnos sólo con pequeñas bendiciones, nos
descalificamos a nosotros mismos para recibir el Espíritu en su ilimitada
plenitud. No somos tan fácilmente satisfechos con un encrespamiento de la
superficie de las aguas, cuando es nuestro privilegio esperar la profunda
agitación del Espíritu de Dios. Al esperar poco, recibimos poco.
Todos debieran darse cuenta de la necesidad de la
obra del Espíritu Santo. A menos que sea aceptado y apreciado como representante
de Cristo, cuya obra consiste en renovar y santificar todo el ser, las
trascendentales verdades que han sido confiadas a los seres humanos perderán su
poder sobre la mente. No es suficiente que tengamos un conocimiento de la
verdad. Debemos hablar y trabajar en amor, conformando nuestra voluntad a la de
Dios. El Señor declara acerca de aquellos que hacen esto: "Pondré mis
leyes en la mente de ellos, y sobre su corazón las escribiré" (Heb. 8:
10). En esta obra de transformación Dios es el agente potente y todopoderoso.
Mediante su Espíritu Santo él escribe su ley en el corazón.
Es así como se renueva la relación divina entre Dios
y el hombre. "Yo seré a ellos por Dios", dijo, "y ellos me serán
por pueblo" (véase Exo. 6:7; Jer. 31:33).
"No hay atributo de mi naturaleza que no daré libremente para que
el hombre pueda revelar mi imagen". Cuando permitamos que Dios lleve a
cabo su voluntad en nosotros, no abrigaremos ningún pecado. Toda escoria se
consumirá en el horno depurador.
Cuando el Espíritu Santo descendió el día de Pentecostés, fue como un viento fuerte y poderoso. No vino en forma restringida, porque llenó todo el lugar donde los discípulos estaban. Así también Nos será otorgado cuando nuestros corazones estén preparados para recibirlo.
Review and Herald, 10 de junio de 1902. 306 RP/EGW/MHP
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