domingo, 4 de octubre de 2020

05. “UNÁNIMES” X. PREPARADOS POR EL ESPÍRITU.

        Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos.                 (Hechos 2: 1).

A nosotros hoy, tan ciertamente como a los primeros discípulos, pertenece la promesa del Espíritu. Dios dotará ahora a hombres y mujeres del poder de lo alto, como dotó a los que en el día de Pentecostés oyeron la palabra de salvación. En este mismo momento su Espíritu y su gracia son para todos los que los necesitan y quieran aceptar su palabra al pie de la letra.

Notemos que el Espíritu fue derramado después que los discípulos hubieron llegado a la unidad perfecta, cuando ya no contendían por el puesto más elevado. Eran unánimes. Habían desechado todas las diferencias. El testimonio que se da de ellos después que les fue dado el Espíritu es el mismo. Notemos la expresión: "La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma" (Hech. 4: 32). El Espíritu de Aquel que había muerto para que los pecadores vivieran animaba a toda la congregación de los creyentes.

Así puede suceder ahora. Desechen los cristianos todas las disensiones, y entréguense a Dios para salvar a los perdidos. Pidan con fe la bendición prometida, y ella les vendrá.

El derramamiento del Espíritu en los días de los apóstoles fue "la lluvia temprana", y glorioso fue el resultado. Pero la lluvia tardía será más abundante. ¿Cuál es la promesa hecha a los que viven en estos postreros días?  "Tornaos a la fortaleza, oh presos de esperanza: hoy también os anuncio que os daré doblado". "Pedid a Jehová lluvia en la sazón tardía: Jehová hará relámpagos, y os dará lluvia abundante, y hierba en el campo a cada uno" (Zac. 9:12; 10:1).        

Joyas de los testimonios, t. 3, pp. 210, 211. 290 RP/EGW/MHP


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