Y
será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a
todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
(Mateo 24: 14).
El
campo es el mundo. Nosotros sabemos esto
mucho mejor que los propios discípulos, quienes recibieron personalmente la
orden de predicar el evangelio a toda criatura.
Todo el planeta es un vasto campo misionero, y aunque hayamos estado
establecidos en la verdad desde hace mucho tiempo, deberíamos animarnos con el
pensamiento de que los territorios a los cuales la verdad tuvo dificultades
para penetrar, ahora están abiertos.
Cada iglesia debería buscar cuidadosamente la manera de crecer en celo y
en actividad.
Todos
deberían orar para que la indiferencia que ha sido motivo para que hombres y
recursos no sean empleados en el servicio de la obra, se elimine para que
Cristo pueda habitar en cada creyente.
Por amor a nosotros se hizo pobre a fin de que mediante su pobreza
podamos ser enriquecidos.
La
obra del Espíritu Santo consiste en convencer del pecado, y yo sé que algunos
pecamos al ser indiferentes. Mientras
observamos los territorios en que hemos penetrado, no podemos menos que
exclamar: "¡Lo que Dios ha hecho!"
¿Qué
más podría haber realizado por su viña, además de lo que ya hizo? Proveyó su rica gracia a fin de concedernos
el poder divino para hacer avanzar su obra.
No
hay nada que Dios haya dejado realizar.
Lo que falta, corresponde a los agentes humanos que rehúsan cooperar con
las inteligencias divinas. En el plan
que él proyectó, nada más puede llevarse a cabo en favor de la salvación del
pecador, salvo a través de la cooperación del hombre.
Los
que han sido bendecidos con la luz y las evidencias, saben que sólo por
intermedio de la gracia que les es otorgada pueden cumplir con las condiciones
establecidas para la salvación. También
son conscientes de que los que rehúsan hacer su parte, serán culpables de su
propia destrucción. En esos casos
podemos decir que Cristo murió en vano.
¿Quién
es responsable por la pérdida de los que no conocen a Dios por falta de
oportunidad de haber escuchado los fundamentos de nuestra fe?
¿Qué
culpabilidad tiene la iglesia con relación al mundo que perece sin conocer el
evangelio?
A
menos que haya un mayor renunciamiento propio por parte de los que dicen creer
la verdad, y que se practique una mayor fidelidad en la devolución de los
diezmos y ofrendas que deben ser depositados en la tesorería, y a menos que se
hagan planes mucho más amplios que los que se han estado realizando, no
estaremos cumpliendo con la comisión evangélica de ir a todo el mundo para
predicar a Cristo a cada criatura.
The
Home Missionary, 1º de abril de 1895. 177 RP/EGW
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