Sino
que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil
del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo y lo
menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de
que nadie se jacte en su presencia. (1 Corintios 1: 27-29).
Si
reconociéramos la importancia y grandeza de su obra, y fuésemos conscientes de
nuestras limitaciones, deberíamos llenarnos de admiración al saber que Dios
puede utilizarnos, indignos como somos, en la tarea de conducir a la gente a la
verdad. Hay muchas asuntos que
deberíamos estar en condiciones de comprender, y que no entendemos por estar
muy distantes de los privilegios que se nos han concedido.
Cristo
dijo a sus discípulos: "Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no
las podéis sobrellevar" (Juan 16:12).
Esa es nuestra situación. Si
hubiesen sido hacedores de sus palabras, y hubieran probado cada una de las
verdades que él les iba presentando, ¿habrían estado imposibilitados de
comprender todo lo que Jesús tenía para decirles?
Aunque
no las pudieran entender, Cristo prometió a sus apóstoles que enviaría el
Consolador para que los guiara a toda la verdad. Nosotros también deberíamos estar en una
posición donde pudiéramos comprender sus enseñanzas, sus orientaciones y la
obra del Espíritu de Cristo. No
intentemos medir a Dios o su verdad con nuestra comprensión finita o con
nuestras opiniones preconcebidas.
Hay
muchos que no se dan cuenta de su situación; están ciegos espiritualmente.
"Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros
mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a
menos que estéis reprobados?" (2 Cor. 13: 5). Confío en que ninguno de nosotros será
reprobado. ¿Está Cristo habitando por la fe en sus corazones? ¿Su Espíritu está
en ustedes? Si así fuera, tendríamos
ansias de salvar a los perdidos por los cuales Cristo murió; nuestro orgullo se
ahogaría en la insignificancia, y únicamente él sería exaltado.
Hermanos
y hermanas, hay una gran necesidad de que nos humillemos
en la presencia de Dios para que el Espíritu pueda venir sobre nosotros.
en la presencia de Dios para que el Espíritu pueda venir sobre nosotros.
Si
profesamos estar ligados a Cristo, debemos trabajar unidos con Dios. Sus hijos deben amonestar al mundo a fin de
prepararlo para permanecer en pie en el día de la ira, cuando el Hijo del
Hombre venga en las nubes del cielo. Los
miembros de la iglesia deben exponerse a los rayos de la luz divina que procede
de Cristo, a fin de reflejarla a otros mientras avanzan por el luminoso sendero
que se proyecta de la tierra al cielo.
Review
and Herald, 8 de octubre de 1889. 173 RP/EGW
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