Yo
plante, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios.
Así que ni el que planta es algo, ni el que riega,
sino Dios, que da el crecimiento. (1 Corintios 3: 6, 7).
Así que ni el que planta es algo, ni el que riega,
sino Dios, que da el crecimiento. (1 Corintios 3: 6, 7).
Aquí
figuran los grandes agentes que mueven al mundo. A todos los que creen en Cristo, como
tributo, la cruz del Calvario les exige que participen en la salvación de los
que están perdidos. Los esfuerzos
humanos deben unirse al poder divino para recibir fuerza celestial. Debemos ser colaboradores con Dios.
Al Señor se lo representa abriendo el corazón de hombres y mujeres
para que reciban la Palabra, y el Espíritu Santo es el que la hace efectiva.
Al Señor se lo representa abriendo el corazón de hombres y mujeres
para que reciban la Palabra, y el Espíritu Santo es el que la hace efectiva.
Los
que reciben la verdad adquieren tal fe, que actúa por amor y purifica todo el
ser, que los conduce a una acción decidida.
Por esto la verdad es santificadora.
Su poder transformador se advierte en el carácter. Al ser admitido en el santuario interior, no
actúa en la superficie, dejando el corazón irregenerado; tampoco se limita a
agitar las emociones, descuidando el buen juicio y la voluntad; al contrario,
desciende hasta las profundidades de la naturaleza para producir una acción
armónica de todo el ser.
La
obra del que pasa por la experiencia de la verdadera conversión es
diligente. Procede como Cristo lo
hizo. Ya no vive más para sí mismo, sino
enteramente para el Señor. Está perdido
para el mundo, porque ahora su vida está escondida con Cristo en Dios. Como resultado, el yo deja de tener
supremacía. La luz que brilla desde la
cruz del Calvario lo sostiene con sus rayos, y el Espíritu toma todo lo que
pertenece a Cristo. Su propósito es
darlo a conocer en forma tan atractiva para que la luz logre tener un efecto
transformador en sus hábitos y prácticas, y además, le permite testificar de que
es una nueva criatura en Cristo.
Reconoce
que cada centavo tiene valor, no para gratificar sus gustos o deseos, ni para
ocultarlos en la tierra, sino para hacer el bien, ganar nuevos conversos
y para construir el reino de Cristo.
Se goza en las mismas cosas que Jesús: VER más gente convertida.
y para construir el reino de Cristo.
Se goza en las mismas cosas que Jesús: VER más gente convertida.
¿Por qué nos esforzamos
tan poco en favor de la salvación del hombre
cuando hay tanto por realizar?
¿Por qué será que estamos haciendo tan poco para atraer a Cristo
a hombres, mujeres y niños?
Review
and Herald, 6 de octubre de 1891. 172 RP/EGW
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