Entonces tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Este es el camino, andad por él; y no echéis a la mano derecha, ni tampoco torzáis a la mano izquierda. (Isaías 30: 21).
Entre la confusión de doctrinas engañosas, el Espíritu de Dios será un guía y un escudo para los que no han rechazado las evidencias de la verdad. Él silencia todas las otras, voces que no provienen de quien es la verdad y la vida. A cada creyente el Señor le da la oportunidad de escuchar la voz del verdadero Pastor, y de recibir el conocimiento de Dios y de nuestro Salvador. Cuando el corazón acepta la verdad como precioso tesoro, Cristo, que es la esperanza de gloria, mora dentro del creyente, mientras todo el universo exclama: ¡Amén y amén! Hay total necesidad del poder regenerador del Espíritu Santo. No tenemos tiempo para consultar con la carne y con la sangre.
Necesitamos de la iluminación divina. Cada persona trata de ser un centro de influencia; pero hasta que el Señor no obre en favor de su pueblo, no se verá que la subordinación a Dios es la única seguridad para el creyente. La gracia transformadora en el corazón, humano conducirá a la unidad que aún no se ha logrado; todos los que lleguen a estar en Cristo tendrán armonía entre ellos. El Espíritu es el que crea la unidad. "Él me glorificará" (Juan 16: 14). "Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17: 3). El Espíritu Santo glorifica a Dios al manifestarse en el carácter de los creyentes que le dedican su supremo afecto, y al revelar en ellos su carácter.
Sus hijos ven claramente que jamás hubo ninguna justicia a no ser la divina, y que en el mundo no hay nada realmente bueno a no ser que provenga de Dios. Cuando el Espíritu fue derramado desde lo alto, la iglesia se inundó de luz, porque Cristo es la fuente que la genera. Su nombre estuvo en todos los idiomas, su amor llenó cada corazón. Así será cuando descienda el ángel del cielo con gran poder, entonces la tierra será iluminada con su gloria...
El regalo del Espíritu Santo, rico, abundante, total, es para su iglesia como un muro de fuego que la rodea, y contra ella no podrán prevalecer los poderes del infierno. En su inmaculada pureza y perfección, Cristo mira a su pueblo como la recompensa de su sacrificio, de su humillación, de su amor y la extensión de su gloria, siendo él el gran centro del cual irradia todo esplendor.
The Home Missionary, Extra Nº 2, noviembre de 1893. 126
Recibiréis Poder (EGW).
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