Santifícalos en tu
verdad; tu palabra verdad. (Juan 17: 17).
Preocupado por los
que creían en él, Jesús pidió al Padre que los guardara del mal y que los
santificara por: intermedio de la verdad.
Para que no necesitaran hacer conjeturas ni tuvieran incertidumbre
alguna acerca de ella, afirmó: "Tu palabra es verdad" (Juan 17:17). La Palabra de Dios es, pues, el
instrumento mediante el cual se realiza la santificación.
Es de la mayor importancia que cada uno
comprenda las sagradas instrucciones de la Biblia. Como ocurrió con los
discípulos, si queremos informarnos acerca del plan de la salvación necesitamos
comprender las palabras de vida. Será inexcusable si
por nuestra negligencia ignoramos lo que la Palabra de Dios nos demanda. Para que nos guíe a la verdad, él nos
comunicó su Palabra, la revelación de su voluntad; y prometió el Espíritu Santo
a los que se lo pidan. Cada creyente que honestamente desea hacer la voluntad
de Dios conocerá y comprenderá su doctrina.
En el mundo abundan
las falsas enseñanzas; y si nosotros no investigamos las Escrituras con
detenimiento, aceptaremos el error como si fuera verdad, y adoptaremos las
costumbres del mundo y los engaños de nuestro propio corazón.
Las doctrinas y
modos de ser del mundo están en oposición a la verdad divina. A los que decidan negar su servicio al mundo
con el propósito de ofrecérselo a Dios, necesitarán ayuda divina. Deberán fijar su rostro como un pedernal en
dirección a Sión. Sentirán la oposición
de la sociedad, de la carne y del demonio, y tendrán que avanzar en sentido
contrario a la dirección del espíritu mundano y sus influencias.
Desde el tiempo en
que el Hijo de Dios tuvo que soportar los prejuicios arrogantes de los
incrédulos, no se ha producido ningún cambio en las actitudes del mundo con
respecto a la religión de Jesús. Los siervos
de Cristo tendrán que afrontar el mismo espíritu de oposición y reproche, y
marchar "fuera del campamento, llevando su vituperio" (Heb. 13: 13).
La misión de Jesús
fue demostrada por milagros convincentes. Su doctrina asombró a la gente. No utilizó la contradictoria jerga de los
escribas, que estaba llena de misticismo, cargada de expresiones absurdas y
extorsiones sin sentido. Al presentar su sistema de verdad, Cristo atendió las
necesidades del corazón. Sus enseñanzas
fueron sencillas, claras y comprensibles. Las verdades prácticas que divulgó
estaban revestidas de un poder de convicción que cautivó la atención de la
gente. Review and Herald, 7 de febrero de 1888. 120
Recibiréis
Poder (EGW).
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