jueves, 9 de abril de 2020

03. “RODEADOS POR LA PROTECCIÓN DIVINA”. V. ACOMPAÑADOS POR EL ESPÍRITU. (EL ESPÍRITU SANTO)


E invócame en el día de la angustia; te libraré, y tú me honraras. (Salmos 50: 15).
Cuando sufrimos pruebas que parecen inexplicables, no debemos permitir que nuestra paz sea malograda.  Por injusto que sea el trato recibido, no permitamos que se despierte la pasión. Condescendiendo con un espíritu de venganza nos dañamos a nosotros mismos. Destruimos nuestra propia confianza en Dios y ofendemos al Espíritu Santo. Hay a nuestro lado un testigo, un mensajero celestial, que levantará por  nosotros una barrera contra el enemigo. Él nos envolverá con los brillantes rayos del Sol de Justicia. A través de ellos Satanás no puede penetrar. No puede atravesar este escudo de la luz divina.

Mientras el mundo progresa en la impiedad, ninguno de nosotros necesita hacerse la ilusión de que no tendrá dificultades. Serán ellas mismas las que nos llevarán a la cámara de audiencia del Altísimo.  Podemos pedir consejo a Aquel que es infinito en sabiduría.
El señor dice: "Invócame en el día de la angustia" (Sal.50: 15).  Él nos invita a  presentarle lo que nos tiene perplejos, nuestras carencias y nuestra necesidad de ayuda divina. Nos aconseja ser constantes en la oración. Tan pronto como las dificultades surgen, debemos dirigirles nuestras sinceras y fervientes peticiones. Las oraciones importunas evidencian nuestra vigorosa confianza en Dios. El sentimiento de necesidad nos inducirá a orar con fervor, y nuestro Padre celestial será movido por nuestras súplicas.
Los que sufran el oprobio y la persecución por causa de su fe, a menudo serán tentados de que Dios los ha olvidado. A la vista de los hombres, se hallan entre la minoría. Según todas las apariencias, sus enemigos triunfan sobre ellos. Pero no violen su conciencia. Aquel que sufrió por ellos y llevó sus pesares y aflicciones, no los olvidará.

Los hijos de Dios no son dejados solos e indefensos. La oración mueve el brazo de la Omnipotencia. por la oración, los hombres "sojuzgaron reinos, obraron justicia, obtuvieron promesas, cerraron las bocas de los leones, apagaron la violencia del fuego" -y llegamos a saber lo que esto significa cuando oímos acerca de los mártires que murieron por su fe-, "pusieron en fuga a ejércitos de gente extranjera" (Heb. 11: 33, 34).
 Palabras de vida del gran maestro, pp. 135, 136. 135   
    Recibiréis Poder (EGW). 

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