Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios. (1 Corintios 10: 31).
Dios exige que todos los hombres presenten en sacrificio sus cuerpos impuros, enfermos y debilitados por los hábitos. Espera un sacrificio vivo. Dios dice que el cuerpo es templo del Espíritu Santo, la habitación de su Espíritu y, por lo tanto, requiere que todos los que llevan su imagen cuiden sus cuerpos para su servicio y para su gloria. "No sois vuestros, -escribió el inspirado apóstol-, habéis sido comprados por precio" (1 Cor. 6: 20). A fin de lograrlo, a la virtud agregue conocimiento, y al conocimiento temperancia, y a la temperancia paciencia.
Es un deber saber cómo preservar el cuerpo en las mejores condiciones de salud; y es sagrada la responsabilidad de vivir en armonía con la luz que tan generosamente nos ha sido concedida.
Si cerramos los ojos a esa iluminación por temor a ver los errores que no estamos dispuestos a abandonar, nuestros pecados aumentarán en lugar de disminuir. Si alguno se aleja de la luz, otro seguirá su ejemplo. Violar las leyes de la salud es tan pecaminoso como quebrantar uno de los 10 mandamientos. Por lo tanto, cualquier transgresión de uno de los diez, igualmente será una violación de toda la ley de Dios. No podemos amar al Señor con todo nuestro corazón, mente, espíritu y fuerzas, en tanto amemos nuestros apetitos y gustos mucho más que al Señor.
Mientras él exige toda nuestra fuerza y toda nuestra mente, como resultado de sus malos hábitos algunos diariamente debilitan su fortaleza para glorificar a Dios, y sin embargo profesan ser seguidores de Cristo que están preparándose para recibir el toque final de la inmortalidad. Examine cuidadosamente su corazón para ver si está tratando de imitar al Modelo infalible, y todo le saldrá bien. En todo glorifique su nombre. Despójese de todo egoísmo y del amor propio. Testimonies, t. 2, pp. 70, 71. 82 RPEGW